Por: Jeiner Silva Villegas
Han pasado cuatro años desde el estreno de la película “Malditos Bastardos” (Inglourious Basterds, 2009) de Quentin Tarantino. La piel se me pone de gallina cada vez que la veo. Y es que, además de estar dirigida por Quentin (que ya de por sí, es buena), está bien contada con todos los elementos con los que debe ser contada una obra cinematográfica. “Malditos Bastardos” lo tiene todo (cinematográficamente hablando), incluso a Ennio Morricone, tema que ya hablaremos más adelante. ¿Quieres saber por qué es tan buena esta peli? Pues, sigue leyendo.
La estructura
Empecemos citando lo que el mismo Tarantino dijo en una entrevista para SENSACINE: “Me gusta mucho estructurar la película en capítulos… me gusta la forma que tienen los novelistas de enfrentarse a la historia…jugar con los capítulos, presentar a un personaje en uno y luego dejarlo colgando al final del mismo y luego quizás hacerlo cruzar con otro personaje en otro capítulo haciendo que la historia se enlace”. Pues, esto es lo que exactamente hace en “Malditos bastardos” o “Bastardos sin Gloria”. La historia está estructurada en cinco capítulos: capítulo primero: había una vez…en la Francia ocupada por los nazis; capítulo segundo: bastardos sin gloria; capítulo tres:
noche alemana en París; capítulo cuatro: operación Kino y capítulo cinco: la venganza de la cara gigante.
Esta cinta definitivamente rompe los estándares del guión Hollywoodense. Tarantino crea sus propios guiones con su estilo propio: Con sus escenas alargadas con diálogos intensos y extensos al mismo tiempo, como el de la primera escena entre Hans Landa (Christoph Waltz) y Perrier La Pdite (Denis Menochet)o la escena donde Landa se encuentra nuevamente con Shosanna. No puede faltar el humor tarantinezco que ya es típico en todos sus diálogos. De esos que no te ríes a carcajadas pero que lo disfrutas con expresión de sonrisa en la boca. Tomemos como ejemplo el diálogo en la noche del estreno de la película sobre el soldado Fredrick Zoller (Daniel Brühl), cuando Landa se burla de la pierna de la actriz alemana Bridget Von Hammersmark(Diane Kruger). Landa se retira y se desmorona de la risa, pero luego Tarantino nos enseña tanto a los que hacen de italianos como a la actriz y nos quedamos sorprendidos porque ellos se quedan también sorprendidos de la actitud de Landa.
A Tarantino también le gusta hacer pequeñas películas en su gran película, o hacer una historia pequeña dentro de la historia. Es el caso de la historia de Hugo Stiglitz (Til Schweiger). Cuando Aldo lo nombra, rápidamente notamos el nombre Hugo Stiglitz sobre su imagen y luego Tarantino nos cuenta su historia. Esta forma de narrar también lo hizo en “Kill Bill, parte 1”. Esta vez contó en el capítulo 3: el origen de O-Ren. Lo contó en dibujos animados. En “Malditos Bastardos” también cuanta otra historia. Esta vez, cuenta cómo es que la película de celuloide se quema mucho más rápido que el papel.
La fotografía
La belleza fotográfica de “Malditos Bastardos” supera a la de “Kill Bill”, “Tiempos Violentos”(pulp fiction) y más aún a la de “Jackie Brown”. Nada más al iniciar la película, nuestros ojos se quedan hipnotizado con el cuadro en movimiento del señor La Padite cortando un tronco de árbol. Primero un plano general, luego un plano medio de él y la casa, y finalmente la de su hija que mira a los militares nazis luego de correr las sábanas blancas.
El paisaje de la primera escena es hermosísima y Robert Richardson, ASC, el director de fotografía, lo ha sabido aprovechar muy bien. Las imágenes del final de la primera escena también son dignas de mencionarlas. La cámara está en el interior de la casa. Todo está en negro y sólo se ve el rectángulo vertical que nos muestra a Shosanna (Mélanie Laurent) alejándose. Luego sale el coronel nazi Hans Landa. Esta toma también lo utilizó Sergio Leone en la primera escena de “Erase una vez en el Oeste” y el propio Tarantino en la escena final de su nueva película “Django Desencadenado”. Durante el resto de la película que nos concierne, también podemos apreciar un buen manejo de la fotografía: cuando Fredrick se aleja por las calles parisinas luego de presentarse a Shosanna (ahora Minieux Emanuelle); las imágenes del bar en el pueblo de Nadine; los primeros planos de Hitler planeando su asistencia al estreno de la película sobre el soldado Zoller, estas imágenes iluminados de un color cálido, caracterizan la personalidad de Hitler. Cómo dejar pasar por alto también la secuencia de imágenes cuando Shosanna se está maquillando para hacer su película para los nazis y para salir a socializar. Esto es verdaderamente ver “fotografía en movimiento”. Finalmente hablemos de la fotografía de dos grandes escenas que dejan a uno, realmente, la piel de gallina. La primera es la fotografía de la escena donde el soldado Zoller, sintiéndose un poco mal por su película, va a ver a la señorita Emanuelle en el cuarto de proyección. Toda la escena está fotografiada maestramente. La combinación de las imágenes tanto de Zoller y Emanuelle como de la pantalla cuadrada y pequeña donde el soldado está actuando. Pero hay una toma en especial. Cuando Frederick dispara a Emanuelle. Esa toma es realmente bella. La otra escena bella en fotografía es desde que el novio de Minieux enciende los celuloides con el cigarrillo hasta la explosión del edificio del cine. Todas las tomas cálidas por el fuego de las explosiones, hacen de esta escena una maravilla de expresión de venganza.
La música
El sonido como tal no toma mucho protagonismo en este film. Sin embargo, la música como parte del sonido desempeña un papel muy, pero muy importante. La música es para la imagen - en este film - , como el cuchillo para el teniente Aldo Raine (Brad Pitt). La música no solo acompaña a la imagen, está pegada a ella y los dos unidos expresan un sentimiento. Es más, antes de ver la primera imagen en sí, ya estamos escuchando una melodía. La música es el telón que se abre y nos muestra el resto de los “actos”.
Los personajes, en este film, no están caracterizados por la música, como sucede con otras películas. Pero sí que caracteriza a los momentos de tensión y de máxima expresión en el dramatismo. Esto sucede, por ejemplo, en la primera escena. Cuando Perrier La Pdite señala el lugar donde están los judío que los tiene escondidos y el coronel Hans Landa se pone de pie. En este momento, la música (de Ennio Morricone, por cierto) empieza suave, pero a medida que la escena se torna más tensa, fuerte y más dramática, la música también empieza a subir. Sube, sube y sube hasta que se corta tajantemente con el “Pups te…Adios, Shosanna”. Otra escena que me parece gloriosa musicalmente, es la tercera escena del capítulo dos. En el bosque, cuando Aldo Raine interroga a los nazis emboscados. Empieza con un silbido y nos muestra el paisaje, la escopeta y a Aldo; luego, el primer plano de un nazi el acercamiento en cámara lenta y la música se hace más fuerte y cambia del silbido a notas instrumentales. A esto agreguémosle la combinación, luego, de los sonidos del bate de beisboll del sargento Donny Donowitz . Nuevamente aquí nos encontramos frente a una sincronización milimetrada de la música con la imagen. Si uno se da cuenta, la música no suena como suena hasta que no se vemos la imagen del nazi. Esto mismo lo podemos apreciar en el capítulo cuatro: operación Kino. Antes de entrar al bar donde está la actriz alemana Bridget Von Hammersmark celebrando con los nazis, el teniente-crítico de cine, Archie Hicox (Fassbender) le dice que se calme a Hugo Stiglitz, quien está afilando su cuchillo. Aquí notamos nuevamente que la música sube ligeramente con la conversación y se detiene justo cuando Hugo va a hablar. Eso, amigos míos, se llama sincronización. Esta técnica lo heredó Tarantino de Sergio Leone y Ennio Morricone. De este último también lo heredó su música. Finalmente quiero mencionar la escena donde matan a la bella Shosanna. La música, elegida como todas las músicas de todas las películas de Tarantino, por el propio Quentin, es muy apropida para la ocasión. Es, en verdad, una obra maestra esa pequeñita escena.
Esto continuará...
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